
Hoy me han hecho enumerar todas las actividades remuneradas (algunas no llegaban a poder llamarlas trabajo) que he realizado a lo largo de mi vida. Luego se ha formulado la siguiente pregunta: ¿cómo ha sido posible que haya podido trabajar en cosas tan distintas?
Pues no lo sé. Digamos que actúo de la misma manera desde hace años: descerebradamente, pero he ido cambiando de parecer sobre ciertas cosas, sobretodo en la cantidad de pasta que necesito ganar a final de mes.
Hace pocos días, en actitud noctívaga (
Lobo, me gusta esta palabra, te la tomo prestada), un día entre semana cenando más bien tarde, salió en la conversación la cantidad de años que llevábamos trabajando y qué poco felices nos hacía, a las tres, tener que hacerlo. Cada una recordaba algún trabajo que le había gustado más que los otros, y coincidíamos en que no eran precisamente ni los mejor pagados, ni los que requerían más conocimiento para realizarlos.
Cuando me han instado a listar mis actividades he nombrado solo algunas, y ya le han parecido muchas y dispares. Luego, volviendo a casa en moto he intentado recordarlas en orden cronológico, y la verdad es que alguna no tiene desperdicio.
Lo primero que hice cobrando fue de
canguro. Tendría entre 13 ó 14 años y llevaba a casa algunos niños del colegio.
Esta actividad se alargó durante los primeros años de instituto. También lo hacía los fines de semana por la noche.
A los 17 mi hermano me enchufó en la empresa que trabajaba para hacer de
archivera y al poco tiempo de empezar se largó la
recepcionista y me ofrecieron más pasta y ese puesto. A los tres años fui despedida. Gané el juicio y me indemnizaron.
Estando como vaca sin cencerro, sin intención de estudiar ninguna carrera porque no sabía qué coño hacer, con la indemnización me largué a Roma. Estuve casi dos años trabajando como
au-pair. Tenía casa, comida y sueldo.
Vuelvo sin oficio ni beneficio y un poco saturada de niños. Mi hermana se había mudado y le pidió al pintor que me cogiera como ayudante. Le gusté tanto que estuvimos un año trabajando juntos. Ser
pintora de casas fue un gran trabajo, estaba todo el día rodeada de hombres que me trataban como una princesa.
Simultaneaba el mundo obrero con
traducciones que me encargaba la FAO del italiano al castellano. No sé cómo pero también hice un montón de transcripciones de diferentes programas con presentadores de TV3 para editar libros que revientan las ventas en Sant Jordi.
Fui
promotora de libros de una editorial infantil durante muchas navidades y ferias del libro.
Empecé a trabajar como
lectora por horas para ciegos y viejos variados. Éste curro también molaba un montón.
Luego a través de no recuerdo quien, me ofrecieron trabajar para una
empresa que diseñaba y producía sellos de goma. Fue la primera vez que trabajé con Mac. Me ocupaba de los diseños y parte de la producción. Trabajo creativo, bonito pero precario y sin contrato.
Volví a hacer traducciones para completar el sueldo y hubo una empresa de trabajo temporal que me pasaba un montón (hice una cantidad ingente de traducciones de manuales de instalación de calderas Ferroli). El jefe y yo nos hicimos coleguitas y me ofreció trabajar con él en la oficina. No sé muy bien de qué hacía, así que lo dejaré en
administrativa. Todo era bastante un choteo, años muy díscolos y desfasados, currando la mayoría de los días con una resaca del quince o sin haber pasado por la cama. En esta época también hice de
camarera en algún garito para que me salieran las copas gratis.
Llegados a este punto empecé a cuestionarme si quería estar toda la vida haciendo trabajitos sin sentido. Dejé el trabajo y decidí ir a la universidad. Pasé dos años de
mantenida mientras me dedicaba la vida de estudiante de sociología.
Empecé a jugar a la ruleta por encargo. Un tipo que tenía pasta y la entrada vetada en los casinos me daba la pasta para que la jugara yo. Sí, me gusta el juego, y lo hacía bien. Si perdía el tío se quedaba jodido y punto. Si ganaba me llevaba una comisión en función de la cantidad ganada, pero podía oscilar entre un 10 ó 20%. Me saqué una pasta.
Como me salió el tiro por la culata y más que de mantenida hacía de chacha, busqué un curro que me ocupara pocas horas. Con diferencia fue lo peor que he hecho jamás:
teleoperadora del servicio de atención al cliente de empresas de Telefónica. Creo que jamás he vuelto a ser tan insultada por desconocidos o incluso algún conocido como en aquellos días.
Esta mierda de trabajo me permitía estudiar por las tardes, así que aguanté mucho más de lo que deseaba.
Me separé y necesitaba más pasta que la que me daba un trabajo de 4 horas. Y me cayó un regalo del cielo. En el departamento de la universidad me ofrecieron curro. Hacía lo mismo que una
becaria pero con mayor remuneración. Los tres años que estuve allí fueron increíbles. Pude dedicarme a la investigación y me encantó. Se acabó la pasta para pagarme y vuelta a buscarme la vida.
Otra serie de trabajitos sin contrato de
contable en un garden estornudando todo el día por las gramíneas de los cojones,
encuestas telefónicas... toda canela en rama, vamos.
En realidad he buscado trabajo pocas veces, suelen ofrecérmelos. Me llamó un profesor y compañero del departamento de la universidad para que fuera a una entrevista. Me dijo que era un buen trabajo. Fui y me contrataron para llevar la
Secretaría Técnica de una red de investigación en salud a nivel estatal.
Llevo más de 8 años trabajando allí. En este tiempo ha pasado de ser una Fundación pequeña a convertirse en Instituto Universitario de Investigación. He pasado por muchos departamentos hasta llegar a ser la
responsable de la gestión de proyectos. Y, sinceramente, vaya truño que ya tardo en dejar. Con esto de hacerte mayor no desaparece sólo la lozanía, lo jodido es que aparece el aburguesamiento y se acrecenta la cobardía. Y llega el lunes y solo piensas en que todo pase lo más rápido posible para que sea viernes.
Desde aquí y ahora, juro que quizás mañana no, pero que no tardaré mucho en recuperar alguno de mis antiguos curros o me inventaré uno nuevo. Palabra de Kitty.