miércoles, 25 de febrero de 2015

Empezar de cero...una vez más


Hoy he llorado mucho. 
Ese mucho se traduce en tiempo y cantidad de lágrimas vertidas.
No se ha tratado de un llanto desconsolado, ni de un lloro hipado... han empezado a deslizarse las lágrimas y nada ha podido pararlas.
¿Desesperación? Creo que no
¿Frustración? Creo que un poco. Sí
¿Impotencia? Decididamente. Sí.

Después de casi "doce años de servicio" en la empresa para la que trabajo y de la cual cobro una nómina que me da, a duras penas, para vivir, es la primera vez que no llego a tiempo a cumplir un plazo.
Ha sido la primera y también será la última.
No tengo un mal historial si mi trabajo consiste, en gran medida, en llegar a mandar dentro de plazo la documentación que permite competir para la obtención de financiación.

No volverá a pasar.
Me queda aproximadamente un mes para abandonar esta silla que ocupo.
CAMBIO RADICAL.
Después de un lustro de quejarme, he tomado el toro por los cuernos. Dejo la estabilidad que me machaca para iniciar una vida distinta, inestable, arriesgada, emprendedora.
Aún así, he llorado por algo que pronto será mi pasado. Me he sentido Ivan Locke.

Cuando vi la película Locke se movieron mis cimientos. No quiero hacer spoilers, ni hablar de qué va o recomendarla (ya os enlazo la ficha de filmaffinity). De hecho solo me atreví a decirle a tres personas que la viesen. Ivan Locke es, de lejos, el personaje de ficción con el que me he identificado de una forma más brutal. El sentido del deber sobre todas las cosas, aunque sepas que eso te sitúa en la cima de una escala de antipatías. La necesidad de saber que todo está bien aunque las circunstancias te lo pongan difícil. La necesidad de controlar hasta el final aquello que sabes hacer, aunque sepas que estás fuera de la partida.

En su momento quise escribir algo sobre esta película, y no lo hice. Pero miro la foto de Tom Hardy y me veo ahí. Esa mirada, ese gesto, ese saber que no puedes más pero que no piensas tirar la toalla hasta que todo esté en orden... Obviamente identificarte con alguien así no te hace sentir estupendamente.

La noticia de mi marcha ha corrido como la pólvora, pocos se han atrevido a llamarme para confirmarlo. Como alguno me ha dicho, prefieren seguir pensando que solo es un rumor, que seguiré aquí para que sus vidas no cambien, que no quieren oír por mi voz que es cierto.
Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida es la de dejar de ser imprescindible. Al menos para aquellos que no me importan lo suficiente para serlo.
 

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