"
¿Qué te ha pasaooooo? ¿Te han pegado una paliza?" Mi vecino geriatra-saxofonista es quien me está interrogando.
Estoy todavía con el casco puesto y parece ser que tengo esta pinta. Me quito el casco y el hombre ya pone cara de virgendelamorhermoso. "
¿Te has caído con la moto?"
Me miro en el retrovisor, giro la cabeza para ver si el monstruo que se refleja está detrás de mí. Pues no. Vaya, el monstruo soy yo.
"
No, no pasa nada. Vengo del dentista" Caigo en la cuenta que no puedo ni hablar, que el tío no ha entendido ni la palabra "no". Le señalo la mejilla y con señas me explico, a lo que él responde con un "
tranquila, ya te he entendido. Mi niña, lo del dentista es lo más doloroso, te duele cuando te tocan y luego te sangra el bolsillo. No lo digo por mi que tengo todos los dientes como si fueran de leche, bla, bla, bla... Ay! Perdona, ya te dejo que pones una caritaaaaaa".
Le saludo como una japonesa con leve inclinación y moviendo la cabeza y me las piro.
Antes de entrar a sentarme en el potro de tortura me han llamado para pedirme si puedo sacar al perro. Hoy no tengo custodia pero le digo que sí sin saber que me encontraré en este estado solo una hora después. Así que paso de subir a casa y me voy a buscarlo. Me han dicho que haga una vuelta corta, máximo media hora, y nada de ir al monte porque va cojo.
Bueno, el perro no se ha asustado, le gusto igual. Eso sí que es amor incondicional y lo demás son puñetas. Cuando le pongo la correa y veo que cojea como un balancín, me entran ganas de pedirle que se orine en el jardín, que paso de sacarlo con esta pinta que llevo. Hago cúmulo de valor y salimos a la calle la abominable y el tullido. Intento encender un cigarro pero cuando le meto el mechero me quemo la punta de la nariz porque se me ha caído el piti sin darme cuenta (creo que también la baba lleva rato haciendo cascada por mi barbilla, me miro los pezones por si puedo presentarme a miss camiseta mojada, pero nahhhh cuatro babillas mal colocadas).
Al doblar la esquina el perro parece que haya ido a Lourdes, deja de cojear y empieza a olisquear como un sabueso en plena cacería. Se dirige frenéticamente hacia los containers arrastrándome tras él. Cuando estoy enfrente metiéndole la bulla -porque no soporto que me manipule-, entiendo su desesperacion. Del container sale un sonido "
mi-mi-mi-mi-miiiiiiiiiii" y el perro empieza a lloriquear de emoción, huele a lindo gatito chiquitito. De repente hace un sitting-bull y no consigo apartarle de allí, quiero irme lo más rápido posible por todos los motivos que quiero evitar: que se crea que va conseguir la presa deseada, que me entren ganas de rescatar al bicho, que me ponga a llorar con todas las babas colgando...
Un minuto más tarde he devuelto el perro a casa. Le explico que vuelvo enseguida a buscarle y que saldremos a pasear pero no atiende a razones y lloriquea. No es tonto, sabe que he decidido emprender el rescate del minino y noquiere perdérselo. Me maldigo una y mil veces por ser tan débil. Me pregunto qué coño voy a hacer con el gato cuando lo haya sacado de allí. Me juro y perjuro que no me lo voy a llevar a casa y que no intentaré endosárselo a nadie por la vía de la pena y la misericordia. Rezo en agnóstico para que no esté demasiado enterrado entre bolsas apestosas.
Abro la tapa y me asomo de cintura para arriba. Detecto de donde viene el "
mi-mi-mi-mi-miiiiiiiiii". Me entran arcadas pero la maniobra es más rápida de lo que suponía, toco una bolsa que se mueve, la saco y la llevo al agujero de un árbol.
Mierda, lo he hecho. Tengo entre mis manos una cosa diminuta, peluda, con los ojos cerrados y pringosa. Ahora pediría un nuevo chute de anestesia. Me duele la cara, oigo llorar al perro, tengo el gato llorando en la palma de mi mano, creo que voy a unirme al llanto. No puedo pensar, solo sé que no quiero un gato pero no se me ocurre una solución rápida. No puedo dejarlo ahí, no tengo huevos de abandonarlo.
Veo que se acercan una pareja de okupas que viven en una casa de enfrente. Vienen directos a ver la pulga llorona que tengo en mi regazo mientras sigo en cuclillas buscando una salida. Dicen que les mola, y me preguntan si voy a quedármelo. Casi sin darme cuenta se lo he puesto en el pecho a uno de ellos y le he pedido que lo cuiden. Me voy lo más rápido que puedo.
El perro está ofendido y va dándome golpecitos con el morro en el muslo y en la mano. Intento de nuevo encender un cigarro, parezco Tony Leblanc en Torrente pero consigo aguantarlo. Joder, si es que la que es buena, lo es. Y me reconcomo en la pasta que voy a dejar en la consulta del dentista, y luego pienso en que me duele enormemente gastarme esta pasta si total... al final todo se lo zamparán los gusanos.