"Ponme medio quilo de arándanos desecados, medio de nueces con cáscara y medio de pipas de calabaza". Su compra siempre es la misma. Solo varía lo de las nueces si por temporada no hay de las de la tierra, y entonces coge avellanas, pero solo 250 gramos.
Al inicio del blog le dediqué esta entrada. Creí que a partir de ese día, al cruzarnos por la calle, volvería a saludarme siempre. Pero no ha sido así, nunca más había vuelto a dirigirme ni la palabra ni la mirada. Siempre he pensado que me convierto en invisible ante él. Es capaz de pararse y saludar al perro (que yo llevo de la correa siendo su extensión) y no decirme nada. Pero ahora que me he convertido en un personaje popular en el barrio se le ha puesto mucho más difícil ningunearme. Ahora que soy la nena de la tienda he cobrado vida para él.
Hace un par de semanas entró en la tienda y mi hermana estaba atendiendo a una clienta. Yo estaba disponible, pero él no me vio con esa gran capacidad que tiene para borrarme del mapa. No hice nada, no me ofrecí a atenderle, así que esperó. Mi hermana me miraba de reojo y yo veía como sonreía sin decirme nada. Terminó de atender a la otra persona y luego le saludó efusivamente, son vecinos. Siempre me ha dicho que es un tío encantador y no se creía que me hacía ese vacío hasta que lo vio con sus propios ojos. Sabe que me gusta, así que disfrutaba con la situación (es un poco cretina). Mientras hablaban le iba poniendo en bolsitas el mismo pedido de siempre hasta que le soltó la pregunta ¿por qué no saludas a mi hermana nunca?, el tío tuvo los santos cojones de decir que nunca me había visto. La respuesta es cuanto menos curiosa porque resulta que abulto más que un ácaro y que nos vemos a diario. Bueno, yo le veo a diario, él a mí no. Cuando salió del establecimiento mi hermana empezó a descojonarse y me dijo que no entendía por qué hacía eso, pero que estaba segura que a partir de ese día no tendría huevos de no mover una ceja al verme.
Ayer vino de nuevo a por los manjares de su dieta. Le atendí yo porque mi hermana que estaba desocupada no movió ni un dedo para atenderle, le preguntó por el trabajo porque iba con el uniforme y a partir de ahí nos resumió en un momento su vida y sus anhelos. Ahora sé que un conductor de autobús de Barcelona gana 1.500 euros, que él trabaja para vivir y no al contrario, así que le parece un curro estupendo. Que solo le interesa ir al gimnasio, salir a correr con el perro, leer antes de acostarse, salir a cenar a japos, ver los partidos con los amigos... y por primera vez le hablé, ¿cuántos años tienes?. Resulta que tiene un año menos que yo. Mi hermana le dijo que estaba estupendo y que además ahora que había cambiado la dieta y el entrenamiento parecía menos "clembuterado" y que le sentaba divinamente. Se acercó a nosotras y le pidió que le tocara el pedazo tableta abdominal (es que ella es nutricionista y para él su opinión es importante!). A juzgar por sus ojos saliendo de las cuencas deduje que lo que estaba tocando no era humano. Cogió mi mano y me la puso en el torso de piedra, haciendo que mis dedos fueran deslizándose por cada onza de ese toblerone. Creo recordar que de mi boca salió un jooooooo-derrrrrr. Ni se inmutó.
Solo se quejó de tener el pelo canoso, dijo que eso le envejecía, a lo que enseguida ella apuntilló que eso gusta a las "señoras" y yo me apresuré a decir que quizás sí gusta a las "señoras", pero que a las "chicas" puede que no tanto. Me miró fijamente (parecía como que me dedicaba una mirada con la que saldaba su cuenta pendiente de miradas de tres años) y me espetó un "No, no, noooooooo...yo no busco una "chica", no quiero marcha, ni fiestas, ni que me hagan viajar constantemente, ni tener esa sensación de tener que rellenar la vida con lo que sea. Me gustan las "señoras", no estoy para tías guerreras". Sabía que ella la cagaría y aunque tenía ganas de taparme los oídos, no lo hice y pude escuchar sus agrias palabras: "¡¡¡¡Vaaaaaaya qué lástima!!!! No le convienes nada.
Cría hermanas, que te quitarán los ojos.
...No sería lo mismo imaginarte
que poder estudiarte con detalle
Usaré cada segundo que pase
para poner a prueba nuestras capacidades corporales
Solo quedará sin probar un sentido,
el del ridículo por sentirnos libres y vivos
¡Que me hablen de sandeces y que me digan que sobra el amor!