Un buen amigo me contó que cuando era estudiante trabajó, entre otras cosas, como copiloto en un servicio de ambulancias. Parece ser que este curro le proporcionó las experiencias más aluncinantes de su vida, porque si bien hacia servicios fijos, como llevar a una hora concreta a alguien a diálisis, por ejemplo, había veces que hacía urgencias o de simple traslado de un sitio a otro. Hubo una historia que al escucharla, supe que jamás la olvidaría.
Había un anciano ingresado con rotura de fémur y el traslado a domicilio tenía que ser en ambulancia. Les tocó hacer ese servicio. A la hora convenida fueron al hospital a recoger al abuelo. Éste no estaba aparcado en la puerta como era de costumbre en una recogida. Fueron al mostrador a preguntar y les dijeron que quizás aún no había bajado de la habitación. Iban con el tiempo justo, así que subieron a indicar a los familiares que era necesario ir pasando. Al llegar a la habitación el hombre estaba sentado en una silla de ruedas, solo. Pensaron que los familiares habían ido a realizar los trámites para el alta hospitalaria, pero el anciano les dijo que no, que nadie de su familia había aparecido por ahí. De nuevo fueron a preguntar y les indicaron que podían llevárselo porque el alta médica estaba firmada y que los familiares estaban al corriente de la situación. Así, pues, se llevaron al abuelo a casa.
Me comentó que durante el trayecto parecía asustado, como si lo llevaran al matadero. No decía nada, pero que había en sus ojos un poso de melancolía y tristeza que jamás pudo olvidar. Al llegar al domicilio se encontraron que nadie abría la puerta. El anciano no decía ni mú. Llamaron al timbre varias veces y le preguntaron si él tenía llaves, a lo que contestó que no. Tenían que agilizar esa situación porque les esperaba un servicio fijo y no iban a llegar. En aquel momento llegaba un vecino y, después de saludar cariñosamente a su vecino inmóvil, les dijo que la familia se había ido de vacaciones el día anterior, y que además, el abuelo llevaba más de dos años viviendo en una residencia. A todo esto el hombre no abría la boca. No sabían qué hacer, en el hospital les dijeron que el traslado era al domicilio, pero dadas las circunstancias decidieron llevarle a la residencia. Tenían que dejar a ese buen hombre en algún lugar.
De nuevo, estando en la ambulancia volvió a mirarle a los ojos y vio a un hombre completamente apagado, abochornado por la situación, verse abandonado es duro, pero que además lo vean todos... Al llegar a la residencia salió una recepcionista a recibirles y vio como le cambiaba la cara al ver al pasajero. La mujer les decía que no con la cabeza, que no podía ser. Luego, saludó al anciano y le explicó que sus hijos habían dejado de pagar la residencia, que no podía quedarse ahí. Aquel hombre estaba hundidísimo, apenas si aguantaba ya la cabeza encima los hombros. Cerró los ojos y siguió sin pronunciar ni una palabra.
Desde la radio llamaron al hospital para advertir de esa situación y que volvían a llevarlo para allá. La respuesta fue que no era posible. Que estaban saturados y que no había camas para viejos sanos y abandonados. Les dijeron que había que llevarlo a su casa y dejarlo ahí en el portal, y que sobretodo no olvidaran llevarse la silla. Que no se preocuparan que alguien llamaría a servicios sociales y ya se ocuparían de él.
No puedo ni plantearme qué haría yo en una situación así, porque está claro que al viejo no te lo puedes llevar a casa. Él me comentó que había tenido la intención de hacerlo pero que su compañero se lo quitó de la cabeza. Finalmente, una vecina se ofreció a quedárselo en casa. Mi amigo me dijo que tuvo dolor de estómago durante días. Que no podía quitarse a ese hombre de la cabeza. Que le horrorizaba pensar que podía llegar a ser un estorbo. Al final y casi al unísono soltamos la misma frase: "pero qué jodida es la vejez!".
realmente es disparatado...ahora que he vuelto a currar entre vejez, constato que los locatis son los más cuerdos que me rodean y que te pasas la vida queriendo para al final estar más tirado que una puta colilla......
ResponderEliminarQué historia más horrible ...
ResponderEliminarAunque cada historia tiene dos visiones eh? no digo que sea el caso, pero en mi familia, por ejemplo, hubo un maltratador que después de dar palizas a diestro y siniestro a su familia, abandonó a la mujer y a 5 chiquillos pequeños a su suerte y sin que le importara una mierda lo que fuera de ellos. Eso sí, cuando se hizo viejo y no se podía valer por sí mismo, volvió arrepentido a que alguno de sus hijos lo cuidara ... todos se negaron, menos una. Y a esa una, estando en su casa cuidado como un rey, se atrevió con 80 años a volverle a levantar la mano ...
Habría tenido que ser un grandísimo hijo de la gran puta para que su familia se gastara la pasta en irse de vacaciones en lugar de, como mínimo, pagar la residencia. Y ya no hablo de haberse ido mientras está el hombre en el hospital y le tienen que dar el alta.
ResponderEliminarO eso, o los grandísimos mal nacidos son los que él mismo ha criado, consciente o inconscientemente.
En cualquier caso, una muestra, en mi opinión, de una de las más grandes bajezas que puedan tener lugar.
No voy a decir que yo me lo hubiera llevado a casa para siempre porque creo que mentiría, pero por otra parte, endosarle el marrón a una vecina es también muy fuerte. No sé qué hubiera hecho yo, y espero nunca tener que enfrentarme a una situación así. Sólo sé que huele a mierda desde el principio hasta el final. Muy, muy triste oír que estas cosas pasan.