Absorta, con la mirada perdida en ningú punto, con la música sonando directamente dentro de mi cabeza, voy viendo pasar las paradas, fijándome en la gente que sube y baja del vagón. Subo el volumen un poco más, me gusta que la música sea ensordecedora, que me aísle completamente del exterior. No quiero oír las conversaciones, prefiero imaginarlas. Observar e imaginar.
Mis ojos deciden fijarse en alguien que sube en la quinta parada de mi largo trayecto. Tiene un físico increíble, un pelo precioso, las manos muy grandes, no es demasiado alto (me pone nerviosa la gente alta, me hace sentir muy pequeña), no es demasiado fuerte... es brutal. Termina la canción antes de que se cierren las puertas y oigo el "clec-clec" que hace su bastón al topar con las barras y asientos. Me despista, no lleva gafas y tiene los ojos vivos, parece que mira y ve, pero lógicamente no es así, ¿quién iría con un bastón de ciego si no lo fuese?.
Ese portento de hombre se abre paso entre la gente que ha entrado al mismo tiempo que él. Vamos en un vagón antiguo, de los de cuatro asientos en reunión (como yo les llamo), o sea dos van de cara en dirección al destino y los otros dos van de espaldas. Sin vacilar busca sitio, lo encuentra y se sienta frente a mi en diagonal. Mmmmmmhhhh... es alguien que en algún momento de su vida ha podido ver. Puede que tenga retinosis pigmentaria, apostaría que sí, conozco bien esta enfermedad en la que se va cerrando el campo de visión hasta que desaparece la misma.
Dobla el bastón en cinco partes y se lo pone en el bolsillo de la cazadora, luego echa la espalda hacia delante y se la quita. No sé si estoy soñando o mis legañas me traicionan pero este hombre lleva una obra de arte en su cuerpo. Debajo la camiseta de manga corta asoma un tatuaje que parece un lienzo. Me incorporo acercándome, sin darme cuenta, para verlo mejor. Lleva tatuadas ambas mangas, y del escote sobresale el dibujo hacia el cuello y sigue por la nuca y por detrás de las orejas. Permanezco como hipnotizada observando esos brazos. Sé que aunque no me ve con claridad ha notado mi mirada, se remueve en el asiento, me enfoca, me guiña un ojo y me sonríe. Dudo entre devolverle la sonrisa o tirarme a su cuello. No haga ni lo uno ni lo otro, sigo mirándole embelesada.
No sé qué órgano mío puede ser el responsable de segregar la osadía que me lleva a tocarle la rodilla y preguntarle "¿quién te ha hecho esta maravilla?". Inmediatamente me doy cuenta que no puedo oírle aunque él mueva los labios porque yo sigo llevando la música a un volumen ensordecedor. Me arranco los auriculares y puedo escuchar el final de la frase "...quizás no veo muy bien, pero oigo estupendamente". Me disculpo por el alto tono que habré empleado. Vuelvo a insistirle, ahora más bajito, en que es precioso y le pido a la chica que va sentada a mi lado si es tan amable de cambiarme el sitio. Con desgana accede, aunque creo que se está acordando de mis antepasados porque va cargada y le molesta moverse. Por fin, ya le tengo enfrente, rodilla con rodilla, y clavo mis ojos en cada centímetro visible de su piel tintada.
Recibo una explosión de sensaciones, me apetece tocarle, subirle las mangas, quitarle la camiseta, poder ver todo el dibujo entero, quiero preguntar, mirar... necesito que me mire. "¿Te molesta si me acerco"?, niega con la cabeza. Le cojo una mano para estirar el brazo y se deja hacer. Nunca he visto unos colores más bonitos en la piel de nadie. "Perdona, antes no he podido oír tu respuesta, ¿dónde te has hecho ésto?", mientras con la punta del dedo voy resiguiendo la silueta del antebrazo izquierdo. "En Japón". Levanto ahora su brazo derecho, y alucino con la simetría del dibujo. Tengo que separarme de él para que pueda pasar la señora que iba sentada a su lado, y un chico aprovecha para sentarse en el sitio vacío. Quiero verlo entero, pero mientras dudo en pedírselo oigo como el muchacho que acaba de sumarse al cuarteto le dice: "joder macho, este tattoo mola que te cagas", a lo que él responde con un "sí, no está mal". Ahora sí le sonrío y sé que él me ve sin verme.
No quiero que llegue mi parada, no quiero que él baje, no quiero que desaparezca sin más... Me fijo por si hace algún gesto que me indique que se prepara para bajar, nada. De nuevo junto mis rodillas con las suyas, me incorporo hacia delante y separo levemente la camiseta de su cuerpo para poder mirar el interior desde arriba, desde el cuello, "¿puedo?". Asiente con la cabeza y coloca sus manos en mis mejillas, "¿puedo?". Le acaricio una de las manos dándole a entender que sí. No tengo palabras para describir lo que se esconde bajo esa tela.
"¿Has visto alguna vez lo que llevas tatuado?". Sonríe maliciosamente. Se pone una manga de la cazadora y me dice: "apunta 661261848". Se pone la otra manga. Se cierra la cremallera. Saca el bastón del bolsillo y mientras lo abre me da un golpe en la pierna y me suelta un "Tú me lo contarás". Se sitúa en la puerta y baja.
Un día más llego tarde, llevo tres paradas de más. Me pongo los auriculares y decido seguir el trayecto mientras suena esto...
...to be continued
Alucinante y excitante cuento, cuento erótico como el que más, que insinua más que enseña. Me ha gustado mucho y por una vez la música no me ha horrorizado!!
ResponderEliminarBuah, menuda situación,¿no? Morbazo. Nena, llámale (espero que ese número que has escrito no sea el de verdad porque llamo yo, ¡juas!) y disfruta de ese cuerpo tatuado y de las sensaciones distintas que debe dar una persona invidente. Bufff, me molan mucho los tattoos...
ResponderEliminarUffff, estoy con Charlotte, llámale!!!! Y ya nos cuentas qué tal el tatoo entero...
ResponderEliminar1besico!
Yo, definitivamente, me estoy equivocando en algo. No puedo leer estas cosas, me rompen algo por dentro ...
ResponderEliminarYa no te voy a decir que me encanta cómo lo haces porque te me turbas toda y pa'qué ... (pero es la verdad, coñe).
Petons guapa
Uaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarGenial.
Por si acaso, lo he leido sin música...
Bellísimo relato...y pinta bien....¡¡queremos más!!.
ResponderEliminarKisses, my darling (sorry, estoy algo ausente, pero de cuerpo presente todavía no, sus quiero).
Me ha gustado mucho, Kitty. Eres buena.... eres muy buena.....
ResponderEliminarEspectacular historia, y la has bordado con el tema
ResponderEliminarVeo que no soy el único a quien le suceden cosas en el metro.
ResponderEliminarBonito relato, me ha gustado mucho de verdad.
Un abrazo.
Llámalo!!mira que sino lo hago yo, eh?! jajajaja
ResponderEliminarMe ha encantado!
Besos.
Bonita historia. Tiene que ser un verdadero acto de fe, para un ciego, eso de tatuarse. Solo por eso ya mereceria la pena llamarle. ¿Y si no siempre hubiese sido ciego? Entonces llamarle igual ya no merecia la pena... ¿Y si no fuese, en realidad, ciego? Entonces, definitivamente, mereceria la pena llamarle. Y mucho.
ResponderEliminarecdlc: uffff cuando veo un comentario tuyo en una de mis entradas... tiemblo. Me encanta que te encante.
ResponderEliminarCharlotte: llama si quieres, desconozco de quien es este número. Aunque ya sabes... to be continued.
Fiona: contaré, contaré...
Salalmandra: joé, es que me sacas los colores. Me esfuerzo en hacerlo bonito, va por uztedé!!!
Gonzalo: no me atrevo a comentarte, me turbas. Así que tu Uaaaaaaaa, ha sido como un chute de adrenalina. A ver si la segunda parte aguanta el tirón.
Sinco: esto aún no ha terminado, lo sabes. Mil besos.
MásDamm: aissshhhh que yo los halagos los llevo regulín! Gracias guapa.
Sergi: Mil gracias pa tí!
Bigmouth: el metro es como un agujero negro, entras pero no sabes cuando vas a salir ni como. ¡Qué bien que te haya gustado!
Chatnoir: tú misma, quizás ya lo hice... Quizás espera tu llamada, aishhh qué raro es todo a veces.
A Boy Named Sue: ¿A Boy Named Sue? Me gusta tu nombre y me gusta tu reflexión... Habrá llamada, de eso estoy segura.